jueves, 8 de enero de 2015

En la Bayona del peregrino, el Ter - autobús a Saint-Jean-Pied-de-Port



Todavía faltaban algunos minutos para que la <<Librairie de la Rue en Pente>> abriera sus puertas al público y me dejé caer por la Rue de la Poissonerie hasta la altura del mercado <<Le Halles>>, un edificio modernista restaurado. Bayona es una ciudad exquisita, porque los coloridos diseños de sus casas, ninguna que supere un cuarto piso de altura, homogéneas, con sus cruces diagonales y verticales de madera pintada y sus balcones y amplios ventanales, con contraventanas, la mayoría al estilo de las venecianas, y su cuidado y pulcro aspecto, obliga a levantar los ojos y a esto pensarlo y a admirarse.
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Paso por delante de <<Le bar du marche>> y trato de posicionarme frente al indicador del Hotel de Ville y Place Pasteur y la Cathédral, la oficina de turismo en la misma dirección que el ayuntamiento, la biblioteca en la misma dirección que Places Pasteur y la Cathédral, y tomo esa dirección, reconociendo, tras dejar atrás las cariátides del <<Monoprix>>, la puerta de color azul turquesa, con su aldaba en forma de león, a la que llamaron H. Gallimard y la española, y detrás de la que desaparecieron.... Yo pruebo a hacer lo mismo pero nadie acude a abrirme, o si lo hace... esto lo evita. Así que regreso sobre mis pasos hasta Place Pasteur y deambulo por ella durante algunos minutos, mientras siento el peso de mi mochila en la espalda y decido que tomaré el primer tren que me sea posible, con destino a S-J-P-P. Así que cerca de las diez y cuarto, con el billete en la mano, sé que el tren ha sido sustituido por un autobús.
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Luego, ya en S-J-P-P, unas mujeres me confirmarán que porque hace meses que la línea se encuentra en obras. Me tomo un café en la cafetería de la estación misma y compruebo que el café del que H. Gallimard me habló, al paso por mi ciudad, ha cesado su actividad como negocio, y no dando con el baño que me indican, porque me envían, de nuevo, hacia el exterior, opto por cruzar las vías y encaminarme por otra calle próxima, donde me siento agradablemente en la mesa de una cafetería que regenta una hermosa joven, alegre, amable y muy semejante a Jacqueline Bisset a su edad. A las once menos cuarto dejo la mesa y ando hasta la zona de la estación donde me han confirmado que debo esperar por el autobús. Poco a poco se van acercando a mí algunos peregrinos, dos japoneses, uno de ellos arrastrando una maleta, que todos pensaremos que es una locura, si es lo que piensa hacer con ella por el Camino, y cuatro jóvenes coreanos, uno de ellos alto y guapo como un actor crecido en un cómic manga y cuyo nombre será Jin Yeong. Y el de los otros: Young Jae, Yu Seok, Su Hyun. Yo esto no lo sabré hasta el momento de Ibañeta, que será donde nos presentemos formalmente, porque aquí lo único que hacemos todos es observar nuestros equipajes, como si nuestros equipajes pudieran aclararnos que todos nos encontramos donde debemos encontrarnos. Y los japoneses nunca llego a saber cómo se llaman. En algún momento el conductor del autobús y la azafata deciden regresar al vehículo del que se han apeado algunos minutos antes, al tiempo que lo hacía la escasa gente que descendía de él y yo me muevo en su dirección, expresándome del siguiente modo: <<Bonjour, ¿Saint-Jean-Pied-de-Port?>> Por lo que les ha sido imposible distinguir si les entiendo o no les entiendo, y único motivo que supuso un pequeño freno para su infantil comportamiento. Porque como te comentaba el otro día... la estupidez humana se salta todas las barreras ideomáticas. Así que como dos niños demasiado ociosos, y hastiados tal vez hasta de si mismos, tontearon con la idea de partir diez minutos antes de lo fijado, no comprendiendo siquiera que las personas podemos tener más de un motivo para allegarnos a los cosas... como por ejemplo, estas dos mujeres que se decidían a subir en el último minuto, y que pensaban visitar S-J-P-P en un día de mercado. Hoy los portazgos ya no están vigentes pero, sin embargo, el peaje del viaje era tener que soportar a estos dos imbéciles banales. Y el placer, a cambio, lo suponía escuchar a estas dos mujeres, entregadas a la cultura y muy dicharacheras, que lo mismo departían en euskera, que se apoyaban al minuto siguiente en el español. El día el más azul y soleado que puedas imaginarte y el paisaje inmenso, poco a poco, cada más vez mas fluvial, ya que seguimos la pista de las estaciones que siguen el curso de la Nive, y más cercano a las cumbres de los montes pirenaicos, sobre los que se cernía un efecto <<mie>>, denso y plomizo, que no estaba en mis ojos grises. Cansada de tanta cháchara, no sé si por lo que les entendió a mis compañeras, o por lo que suponía que estaba suponiendo su compañero el conductor, la azafata se agarró a su teléfono y dejó de leer en su pantalla, emprendiendo una altisonante conversación ella misma en euskera, que tuvieron que escuchar hasta los coreanos, que habían provocado su gran hilaridad y que se habían colocado en la cola del autobús. Lo cual, por lo menos a mi me quedó claro, dejaba a dos velas al francés al volante, que manifestó, sin demasiada elegancia, cierto resentimiento. Y así fue como alcanzamos la estación final, con bastantes quejas por parte de mis compañeras, que no lograban comprender porque se nos hacía dejar la localidad atrás, si se nos había hecho subir a un autobús, sin que al final supusiera para nosotros ninguna ventaja.