sábado, 17 de enero de 2015

Alcanzar el Alto de Ibañeta por entre la nieve y dejarse caer hasta Roncesvalles por el sendero helado


.
Tras pasar la casa de los postigos verdes, algunos metros de asfalto más arriba, habrá una fuente. En ella se encontrarán detenidos los coreanos, yo no me siento capaz de seguir evitándolos, porque ellos se muestran tan encantadores que no hubiera sido justo. Al principio, creo que yo, al menos, voy a continuar por la carretera pero uno me tiende la hoja amarilla que nos han facilitado en la oficina de acogida y yo me pongo a traducir (sin llegar a acordarme nunca de la mía en castellano, ya que yo cuando camino para esas cosas ni miro) y lo que les explico es que lo que a mí ya no me apetece es primero volver a bajar para luego tener que subir, así que yo tengo intención de seguir por la carretera, que craso error habría sido, porque ese trecho por la senda es de una belleza apabullante, además de delicioso y sin grandes altibajos. Únicamente el frío que se siente en los pies, al caminar por entre la nieve. Pero si, al final y lo confieso, me he decidido a seguirlo es porque cuando voy a arrancar siendo la carretera todos se han puesto a seguirme, y entonces, ante eso, me he sentido responsable y he dicho: ¡Qué demonios, seguimos el Camino!
.

.
.




.
.



.
.

Luego al alcanzar el Alto de Ibañeta me han imitado cuando yo me he lanzado hacia la loma del monolito de Roldán y les he tomado algunas fotografías, que fue donde les pedí que me dijeran sus nombres porque ya experimentaba la sensación de querer aprenderlos.
.
.

.
.

Luego, le haré una pregunta a la persona apropiada, la monitora de un grupo de niños excursionistas, y ella me indicará que lo mejor para alcanzar Roncesvalles es seguir el camino pero poniendo algo de cuidado a causa del hielo, pisando sus márgenes, que es lo que hacia una media hora habían venido haciendo ellos. Así que les indiqué a mis nuevos compañeros que eso  es lo que íbamos a hacer, a pesar de la ventisca de la cima, abrir el portillo y cerrarlo y esos dos kilómetros era yo la que regresaba a llevarlos por delante. Lo cual me hacía sentir bien, extrañamente.

Al recibir el sello en Roncesvalles... me uno a mi misma en otros momentos. Y a partir de aquí lo que quiero escribir lo quiero escribir en privado para unos pocos amigos. Pero yo sabía, por propia experiencia, que de esta etapa no resulta muy sencillo obtener información, así que aquí quería dejarla. Y únicamente voy a añadir a estas una entrada más, la única que he escrito de otro modo y que me gustaría que fuera un epílogo... Y a ti muchas gracias por tu atención, si es que me la has prestado.