domingo, 11 de enero de 2015

DÓNDE NO COMER EN SAINT-JEAN-PIED-DE-PORT [CHEZ EDOUARD]



Chez Edouard se encuentra situado en el número 10 de Place Charles de Gaulle, que es el café,  pizzeria-brasserie, al que se accede por la puerta de la Navarrería, o bien que se deja de lado justo en el instante de traspasarla en dirección a la Rue de la Citadelle. Yo, en la vez anterior, había cruzado sus puertas, sólo para salirme de inmediato, porque algo inconscientemente no me agradó y, entonces, yo era libre de hacer caso no omiso a mi instinto. Pero aquí, cuando el mismo joven, o semejante, vuelve a atracarme, ya que hay que decirlo así para que nadie se llame a engaño y, por tanto, lo primero será sumar en este punto las estadísticas que se encuentran a disposición de cualquiera en una de las páginas en red de mayor difusión <<Tripadvisor>>, y que confirman sobre cien opiniones, a día de hoy, lo siguiente:

La gran mayoría escritas en francés... Pero aquí, cuando el mismo joven, o semejante, vuelve a atracarme para preguntarme si deseo comer un menú, según empujo la puerta y sin darme tiempo a respirar siquiera, porque él es el Tony Leblanc del timo de la estampita... 



 ... lo que le digo es que sí, sí, que voy a comer pero que deje de insistir en que me siente en la mesa hasta la que me arrastra, porque lo primero que tengo que hacer es ir al baño. Principalmente a sacar dinero de la muñequera que llevo conmigo, que es donde lo llevo guardado, al suponer que lo iba a necesitar, y sólo por arriesgarme a sentarme en este, como muchos lo definen, infecto local. Local -y esto lo no olvidemos- al que se llega recomendado por el amigo de la Asociación de Amigos del Camino del Pirineo Atlántico... 




E inmediatamente me topo tras el mostrador con el semblante del inmenso y presunto Eduoard, todo un glotón insaciable, por su aspecto, y me disculpo, aceleradamente, porque debe haber creído que voy a utilizar su baño sin realizar ninguna consumición. Que yo no discuto de que de eso pueda estar harto... 



Pero salgo, ocupo mi sitio, es incómodo,  porque es una mesa cuadrada, pequeña en la que una persona a tu lado hasta te estorbaría y con otra, frente a ti, tendríais problemas de espacio para compartir platos sobre la mesa... pegada, casi por completo, a las mesas vecinas, aprovechando hasta el más mínimo hueco, de esta terraza que hay que explotar comercialmente, tras las puertas acristaladas, que no es la de la calle, y en la que en invierno se puede llegar a pasar frío. Yo lo tuve, y no es agradable sentir frío mientras se trata de reponer fuerzas y comer caliente, en el interior de un bar.

Pero hete aquí que se acerca a mí el camarero otra vez dispuesto a tomar nota... ¿y yo qué quiere que le diga? ¿No habíamos quedado ya en que iba a tomar el menú? Lo cierto es que yo tampoco he sido muy cortés pero me molesta que me apremien. Y el cliente no puede ser sólo un importe económico. Así que me señala la carta y yo la abro con antipatía y la vuelvo a cerrar, reconociendo que mi auténtico error fue no levantarme en ese momento e irme de allí si más miramientos, porque si te encuentras mal a gusto en un sitio...  qué otro remedio hay.





Y cuando regresó a la mesa se lo voy a volver a preguntar, ¿cuál es el menú del día? Y me señala un rectángulo que han pegado con celofán a la carta y que dice - como sucede mismamente con el del exterior: <<Confit de canard>>, que es un plato francés hecho con pierna de pato, y que es lo que compruebo que comen tanto el marido de la mujer sentado a mi derecha, como lo que comerá, también acompañado con una salsa que les colocan al lado,   la peregrina oriental a la que han sentado a mi izquierda, sí, con vino, un cuarto, que no voy siquiera a terminarme, y es el propio ''Edouard'', desafiante porque le debo haber caído gorda, el que a mí me trae una zanca de pollo al chilindrón, que es lo mismo que les ha servido a la pareja que ocupa la mesa del otro lado del pasillo, que en seguida se han levantado y se han ido, dejando la cuenta por pagar, a sus padres o suegros o acompañantes, que han tenido mayor paciencia, y algo que alboroza en gran medida al hombre que tengo sentado a mi lado, que se ha divertido lo suyo, con el trato ''especial'' que a mí había pensado otorgarme el ''gran Edouard''. 



Pero no voy a tomar café ni postre, algo que espero hacer en cualquier otro restaurante de los alrededores, quizá en el café Tippia... 


Pero yo como, como a pesar de que experimento que me estoy poniendo muy agresiva y cuando le pido al camarero la cuenta, y me la presenta Edouard, y leo en ella 16 euros, me voy hacia él y le pregunto si eso es correcto o se ha equivocado, y me confirma que es correcto, y entonces es cuando se lo aviso, esto te lo voy a pagar, por supuesto pero ten presente una cosa, yo voy a ser la persona que te haga la mejor crítica que te hayan hecho  en tu vida. Haces el favor de  estamparme el sello ahí y firmarme eso, y posas para la foto que te voy a sacar, que él muy absurdo lo ha hecho, que es algo que yo no concibo, que le traten a uno con el resabio que yo lo traté a él y que, a pesar de ello, dócilmente, entonces, obedezca. Pero tal vez sea por lo que se le hace decir a uno de los personajes en <<La puta y la ballena>> de Luis Puenzo, que cuando hace falta un hombre hay que llamar a una mujer. 



Pero sí, le arranqué de las manos sin ningún tipo de miramiento lo que fuera que se puso a firmar en ese momento... y que es cuando me dice, <<eso me lo devuelves que no es tuyo>>, que era verdad. Sólo que yo no salgo de ahí sin llamarlo bandido, y sin advertirle que lo peor en su caso, es que hasta ahí el peregrino llega con la recomendación de los amigos del Camino, que supuestamente guardan con nosotros una relación hospitalaria y que, por fortuna, al día siguiente el peregrino se encuentra  en España, y en España al peregrino no se le roba con esta impunidad. 

Y, bueno,  yo a lo que te animo es a que tú tampoco te quedes callado. Porque si ellos tienen una cara tan espantosa... igual un poco nosotros se la arreglamos no dejando que nos exploten con tanta alegría, y tal vez así, podamos reeducarles para que no sean tan sinvergüenzas como son. Que el Camino es de todos. Y todos contribuimos a su estado real. Sea el Camino humano que se realiza, o sea el camino físico.

Y, entonces, la Paloma de H. Gallimard estaba en lo cierto, al deprimirse porque es ahí donde la llamaron española de mierda, que costaba algo de creer pero a mí después del contacto... ya no me cabe la menor duda.