Pensar con el culo
significa algo de lo que yo no puedo sentirme orgullosa. Significa
pensar sólo uno en uno mismo y en ponerse a salvo. Y esos kilómetros
hasta Valcarlos los recuerdo como algunos de los más penosos de mi
vida.
A las 14h09min. S-J-P-P
queda atrás, con sus tejados rojos, de entre los que no parece
sobresalir ninguno, y también lo hace la imagen de la Ciudadela
militar, sobre el pueblecito. Y en seguida las primeras ovejas
latxas, y la carretera hasta el primer desvío, unos diez o doce
minutos más tarde, donde me atacaron dos perros de pequeña-mediana
estatura, que recibieron tal muestra de ira por mi parte, que
salieron corriendo a resguardarse no sé dónde pero con el rabo
entre las piernas.
Y tras el río y el
puente, la campiña, con unas señales tan diminutas que lejos de dar
confianza la restaban a pasos agigantados. Que no es que sea un
recorrido carente de belleza, porque esa zona es muy semejante a la
cornisa cantábrica a la altura de Guipúzcoa pero tiene poco que ver
con la majestad de elevarse sobre Hontto primero, y tras ello sobre
Orisson. Hasta que, todavía muy preocupada, logro entenderme con un
francés al que detengo al volante de su coche, y que me indica que
por donde voy.... sigo la ruta más corta, que era cierto, porque a
las 15h30min. Tengo a la vista los centros comerciales de Ventas, en la frontera pero del lado de España. Que fue salir
de la nada, para frecuentar la banalidad. Y que tras una breve pausa,
que hice para tomarme ese café aplazado... reponer líquidos e ir al
baño... abandono poco después de las cuatro menos cuarto.
Mi ritmo es muy vivo, la
verdad, y lo será de igual modo hasta dejado Zubiri atrás, donde ya
me ralentizo y no cobro nuevo vigor hasta la mañana en que me
aproximo, y luego abandono, a Obanos, tras una tarde anterior
extenuante, con visita a Eunate y a continuación a Gares, para
recordar aquel atardecer primero que viví con los segundos amigos del Camino, al
final de la década anterior... Pero, a pesar de ese ritmo, tan
vivo... a mí me cuesta creer que alcanzando a las 16h05min., la
bifurcación de Arnéguy: a Valcarlos por carretera internacional o a
Valcarlos por Ondarrola... que es el tramo que no llegó a entender
<<Homo Viator>> en su último camino, y no mucho antes de
dejar de respirar para siempre en aquella playa del Caribe... sean
tantos, como se me dice en la oficina de acogida, los kilómetros
existentes entre S-J-P-P y Arnéguy.
Yo, por la hora que era,
evidentemente, continúo por la carretera internacional pero si
tuviera que alcanzar Roncesvalles ese mismo día... no dudaría en
imitarme. Aunque si algún día regreso a esos parajes, que lo
considero muy poco probable, porque de regresar yo tomaré, de nuevo,
la ruta de Napoleón, tal vez pierda el tiempo dándome una vuelta
extra, con inútiles subidas y bajadas espectaculares, por Ondarrola.
Que lo que en seguida me indica la carretera es que desde ahí a
Roncesvalles me aguardan 18 kilómetros y desde ahí a Pamplona 66
pero la carretera, si hay que hacer caso a los lugareños, promete
ser un recorrido no despreciablemente más largo.
Y ya cuando penetro en el
camino largo, que es el nombre euskera, Luzaide, de Valcarlos, son
las 16h39min. Punto en que vuelvo a toparme con los coreanos,
descubriendo que antes de alcanzar el albergue, pasada la iglesia, y
entre la fuente y el monumento... por unas escaleras al fondo... que
van a dar a un bajo muy aclimatado, un refugio muy confortable, es
conveniente solicitar la clave de acceso electrónico en la Benta
Ardengia donde te preparan el mejor bocadillo vegetal que yo haya
probado jamás pero, desde luego, no apto para vegetarianos.
Los coreanos parecen
bastante inquietos porque yo no me haya molestado en reservar plaza.
Y no dejan de entrar y salir a la habitación donde se sitúan las
camas para contar los huecos libres. Yo un poco alarmada esto luego
lo comento en la Benta, por si hubiera algún problema pero ahí es
cuando descubro que el refugio no sólo cuenta con esa estancia, sino
con otra, con las mismas o incluso más camas, que esa noche
permanece cerrada.
Además de los coreanos,
en el albergue vamos a dormir lo poco que vamos a dormir... el hombre
de la esquina, que es quien me señala mi hueco libre... un hombre
más joven en frente suyo, los cuatro coreanos, el Roncador y la
australiana que se lleva el colchón a la cocina en cuanto se
apagaron las luces, y que nos mantuvo a todos encarcelados de esa
manera, hasta que ella dio su solitaria noche por finalizada, a las
seis y media de la mañana. Porque ninguno de nosotros se manifestó
ni la mitad de egoísta que ella, así que ninguno nos aventuramos a
salir de nuestro catre para no molestarla. Y cuando los coreanos
decidieron iniciar su jornada, eligieron el baño como compartimiento
operativo, lo cual a mí volvió a indignarme bastante. Pero si
expansiva había sido con la australiana la tarde-noche anterior,
antes de cerciorarme de cual era su verdadero talante... ahí lo que
le hice fue un auténtico vacío. Que lo más seguro es que no le
enseñara nada pero que a mí me determinó a alcanzar Zubiri en esa
misma jornada, pasando al cuarto, un segundo, para despedirme del
peregrino que me había indicado donde acostarme, a la tarde, a mi
llegada, y para desearle buen camino, y sin embargo, a ella que se
quedaba en la cocina, le di la espalda y sin más me fui, dejando que
ella misma sacara sus propias conclusiones. Y ya no les volveré a
ver.