domingo, 22 de febrero de 2015

YE JIN [un epílogo]



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Las esperanzas son las bibliotecarias cortazarianas que se cayeron del guindo, al paso de alguna fama. A Ye Jin yo no sé todavía, cuando atravieso la puerta de Zumalacarregui y enfilo la primera cuesta de la urbe de Pamplona, qué la trajo hasta el Camimo. La he conocido horas antes en Zuriain, cuando he descubierto que el grupo de coreanos ha crecido para ese momento hasta los siete miembros y son, aquí, cuatro machos y tres hembras, aproximadamente, de la misma edad, la edad de la más esplendorosa juventud.
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Yo a Plamplona llego reventada, porque el día ha ido caldeándose a medida que transcurrían las horas desde el amanecer y llevo puestos unos pantalones para la nieve, que habrán sido fundamentales hasta alcanzar Zubiri pero que a partir de ahí ya sobrarían, más unas polainas que he olvidado retirarme en el bar de Villaba, la patria chica de Indurain, el gigante navarro. Para mí el deportista español más grande de todos los tiempos, porque cada uno expresa sus debilidades.
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Y me alegro, por supuesto, relativamente de verlos, ya que librarme de ellos he descubierto que será imposible, hasta ese punto, y si alguna vez -puede decirse- que yo habré formado parte de algo mayor que de mi misma en el Camino... después del encuentro con Enrique, [...], habrá sido por algunos minutos, y por algunos pasos, con estas personas que he llegado a admirar casi en seguida, por su inteligencia, bondad y buena educación. Pero qué es lo que me dicen Yu Seok y Ye Jin, que todos o sólo alguno... o Ye Jin, o el nuevo coreano que se ha incorportado, son los que han tenido que coger el autobús... No lo sé, sólo que todas las mochilas están apoyadas en el suelo, y algunos también sentados sobre el suelo mismo, mientras el dígito electrónico de <<Full>> completa el albergue. A lo que yo digo que para mí eso no supone ningún problema, ya que yo desde el merendero, que se encuentra tras el paso por Iroz, sé que tengo una cama apalabrada por un par días, a unos siete u ocho kilómetros de esa calle, fuera del Camino, en un hostal de Zizur Mayor. Pero no, el problema no soy yo, el problema creo que me dicen es que todos necesitan encontrar pronto una cama, y yo ahí digo que para eso para mí tampoco supone ningún problema, porque va a ser tan sencillo como realizar una llamada a Cizur Menor, al albergue de la Roncal, que hacía varias semanas me había asegurado que, pese a lo que indicaban algunas guías, el suyo, por estas fechas, iba a encontrarse abierto y, eso sí, me dirá que les pida que vayan en seguida... Lo cual yo esto se lo comunico a los presentes pero como ellos no son yo, si tienen alguna duda de que los haya comprendido bien, no me la expresan directamente, y lo único que consigo entender es que Ye Jin, no puede caminar y que debe tomar un autobús. Yo, a esas alturas, tenía mis propios planes urgentes, ¿sabes? Hacer algunas compras rápidas y tomar yo misma un autobús antes de que se hiciese de noche, porque presentía que en Zizur eso me sería bastante difícil y me apetecía cenar un kebap con champagne, sin uvas, sin campanadas. Pero me hago cargo de la situación, y en seguida me pongo a buscar el remedio, que un número de autobús, el número 1, y la parada más próxima, que parece ser la de la Plaza del Castillo pero con la no fortuna, de que será así ''siempre sin excepciones'', menos a esa hora y en ese día, porque se va a celebrar la San Silvestre y aquello era un caos para todos, sus habitantes propios y los extraños pero lo que puedo decirte es que yo nunca me he visto tan desesperada por encontrar un maldito autobús, porque a mí lo que me estaba torturando era la cara de sufrimiento emocional de Ye Yin, que me seguía con dolor, creo que más que del cuerpo, de eso que tendíamos a llamar el alma... y cómo se han volcado conmigo o con nosotras, incluso, algunos viandantes... que ha sido toda una epopeya, porque yo al día siguiente de lo que me hacía consciente era de que nos habían hecho dar un rodeo enorme, hasta nosotras poder situarnos en la Plaza de las Merindades, que fue cuando nos cruzamos con el autobús de Cizur Menor, y yo que se lo aviso, y ella que grita como si desde el otro lado de la avenida fuera a poder detenerlo... que ahí, por lo menos, ya he comprendido que no ha sido una búsqueda en vano, y que por lo menos ella va a cogerlo... que es lo que yo había venido dudando, porque no hace más que tirarme del brazo y decirme algo acerca de sus amigos, ningún amigo que hubiera hecho hasta esa misma mañana, ni amiga... porque Ye Jin había viajado sola desde Corea, porque caminando por Corea se encontró con una mujer que le dijo que tenía que realizar el Camino de Santiago y aquí estaba... y que yo aplazo alcanzar a entender hasta que nos encontremos donde nos debamos encontrar...

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Pero ya, por fin, en la parada, descubro que su preocupación es que es ella sola la que va a hacer noche en Cizur Menor, y teme que al llegar sola la Roncal no la reciba... He tratado de explicarle que no debe preocuparse por eso. Así que he tenido que volver a llamarla, al fijo, que es lo que más la molesta, porque yo su teléfono móvil sabía que lo tenía por alguna parte pero donde lo estaba leyendo era en un folio que nos habían facilitado en Roncesvalles y me aseguro de que la Roncal sabe donde nos encontramos y de que en breve va a recibir a una peregrina con algún tipo de dolencia que yo no soy capaz a determinar... si son ampollas, que ella les trata, o dolores musculares, o una mezcla de ambas cosas pero yo lo único que pretendía era que Ye Jin se relajara, y si con esa llamada lo conseguía, yo con eso me daba por satisfecha... Luego, las conductoras de autobús de esta ciudad, qué personas tan sensibles a las necesidades de los otros y qué maravillosas... La que, al final, recoge a Ye Jin, sabiendo que no habla ni una sola palabra de español, me ha asegurado de que se va a preocupar de que no pueda perderse. Y Ye Jin no sabe cómo agradecérmelo y yo lo único que puedo asegurarle es que no debe preocuparse por nada, que eso es exactamente el Camino, necesitar ayuda y recibirla.

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